CERABELLA

La historia de Cerabella comenzó a finales del s.XIX cuando una mujer del Pallars dejó el pequeño pueblo donde vivía para aventurarse en la ciudad.

Francesca Abella montó un pequeño obrador de cirios en la Plaça del Pedró en el barrio del Raval de Barcelona, en una época en que la luz del sol se usaba para blanquear la cera y las velas iluminaban las noches oscuras.

La modernización de la sociedad, con éxitos tan evidentes como el uso generalizado de la bombilla eléctrica, también transformó la manera de entender el oficio de la cerería, que tuvo que reinventarse a lo largo de las cinco generaciones que sucedieron a la fundadora.

A partir de los años 60, empieza la historia que define aún la esencia de Cerabella: la de una apuesta por la calidad y la investigación para convertir la fabricación de las velas, un método de iluminación ancestral, en una creación constante de formas, perfumes, colores y usos.

Entre el pequeño taller del casco antiguo de la ciudad y la fábrica actual, han pasado 150 años de búsqueda que han hecho pervivir este oficio singular, esencialmente manual y pausado que, como la llama, desafía la vorágine del tiempo.